sábado, 8 de agosto de 2009

UNO MÁS UNO - (Parte 9 de 10)

Teo

Casi todo el mundo me pregunta lo mismo. ¿Cómo es posible que un editor no haya publicado su propio libro? Y eso mismo me preguntó yo más veces de las aconsejables. Pero así es. Y así lo asumo.

Hace cuatro años me sentía tan frustrado como escritor, que me retiré al paisaje que me brindaba el Monasterio de Piedra, y allí, entre aguas manifestadas en diversas maneras, fui dando forma a mis pensamientos. Cuando me retiraba a mi celda monacal, me gustaba inspirarme a la luz de una vela. Debo admitir que el olor que desprendía la mecha no favorecía excesivamente la creación, pero se me metió entre ceja y ceja de mi lado espiritual que la trémula luz de la llama podía dar un cierto ambiente a mi pensamiento.

Intenté ponerme a escribir con la ayuda de una coqueta estilográfica, pero, a la hora de hacerlo, mi mano se mostraba mucho más cansada que mi inspiración y hube de dejarlo. Al día siguiente pedí que me enviaran mi ordenador portátil, pues veía que mi aventura literaria peligraba seriamente.

Una vez que el artilugio que últimamente más veces me ha acompañado llegara el hotel, decidí que lo de la vela podía seguir funcionando. Así, cuando la luna decidió decorar el cielo que podía ver a través de la ventana, me puse a la tarea. La fría luz proyectada por mi ordenador y la de tonos rojizos que lanzaba la vela resultaban algo demasiado anacrónico para que pudiera durar, sin embargo, me propuse que ambas emprendieran el camino de la amistad, y, a la vista de lo escrito, creo honradamente que lo conseguí.

Es verdad que escribí. Sin embargo, no publiqué. Bastante tengo con correr el riesgo de los demás como para someterme yo a semejantes rigores. El hecho de publicar mis propias obras no sé yo si restaría cierta credibilidad a mi propia editorial; y lo de publicar en casas ajenas no acabo de verlo con buenos ojos. Bueno, el tiempo terminará obligándome a tomar una decisión; pero, por el momento, me conformo con hacer partícipes de mis pensamientos a mis más incondicionales amigos.

Me costó mucho enseñar algo a Marta. El que Marta leyera mis escritos suponía para mí mucho más que un desnudo integral; sin embargo, aquella obscenidad, a la vez que me repelía, me atraía irresistiblemente. El problema es que para Marta la literatura es una pantalla sobre la que se proyectan palabras, a veces de una longitud extrema. Aquello nos llevó a una de nuestras primeras discusiones.

Yo esperaba ver en el rostro de mi amada los efectos de la admiración, pero nada de eso asomaba por su fisonomía. Al contrario. Según ella mis ideas eran buenas pero podían ser expresadas en muchas menos líneas de las que me había decidido a utilizar. Soltó el consabido lo bueno, si breve, dos veces bueno, o algo así, y por mucho que yo le hablé de los espasmos de placer que me producía la ilación de sucesivas palabras, ella no cambió de idea.

Lo que más me enfadó de aquello fue descubrir que su libro de cabecera durante aquel tiempo era Guerra y Paz. ¿A qué venía entonces hablarme de concisión?

Francamente, nunca imaginé que nuestro primer encontronazo (si exceptuamos aquél que nos unió) viniera de mano de la literatura, lo que me confirma en mi idea de que la vida es totalmente imprevisible.

Aunque no quise admitirlo entonces, ni siquiera en la intimidad, mi orgullo se encontraba demasiado herido, y, durante la semana que siguió a su despiadada crítica literaria, apenas tuve tiempo para encontrarme con ella. Luego fue lo del estreno de la película dirigida por un amigo suyo de muchos años atrás. Aquello zanjó la cuestión al permitirme disfrutar con el sabor de la venganza. La crítica destructiva que hice de semejante bodrio, por mucho que ella admirara a su amigo, nos dejó en tablas.

A pesar de que no siempre resulte halagador para mi ego el hecho de que Marta no mitifique mis ideas, he de admitir que me gusta. Añade verdad a nuestra relación, y eso es mucho. Marta y yo somos distintos, eso es evidente desde cualquier ángulo que se quiera enfocar, pero, a la vez, creo que nos complementamos de forma magistral. Y.., ahora que lo pienso, después de todo ¿qué habría de malo en coger el coche y acercarme a los recónditos parajes donde ella se encuentra?

CONTINUARÁ ...


* La foto corresponde al Monasterio de Piedra.



2 comentarios:

Myriam dijo...

¡¡¡¡Dale, que se anime! Qué se acerque!!!!

Qué suspenso!!!!

Besos

Patricia dijo...

No entendi a Marta porque le gusta lo breve y se lee tremendo tomo que es la guerra y la paz ja ja ja pobre Teo tiene razon de encontrarse con tantas dudas, interesante me gustan personajes conflictivos en una historia creo que le dan una sal y pimienta , realmente la vida es imprevisible,
besitos FELIZ RETORNO AL MUNDO BLOGUERO!!!