lunes, 15 de junio de 2009

UNO MÁS UNO - (Parte 1 de 10)



Teo


A veces me pregunto si no seré yo un ser de esos calificados de ordinario como masoquistas. Mis preguntas derivan de ese extraño placer que experimento al gastar mis horas bajas en la contemplación de un aparato tan heterogéneo como la televisión. Sin duda tiene que haber algo de morboso en la delectación que ofrece buscar constantes elementos de crítica a cada una de las imágenes que aparecen, misteriosamente para mí, en la pantalla de dicho aparato. Lo más desagradable de todo es constatar la falta de imaginación que reina, al menos en estos últimos años, dentro del mundo de la comunicación de masas. Sin embargo, a pesar del empobrecimiento intelectual que puede suponer el abandonarme al señuelo de la comodidad, aquí estoy, delante de ese complejo mundo de luces y sombras, sin apenas concederme un momento para el necesario pestañeo.


Está claro que hoy es mi día bajo. Varios tomos desperdigados por la mesa de mi estudio esperan mis ojos voraces ante cualquier tipo de letra que pueda llenar mis pupilas; sin embargo, y aunque el deseo me dirige en la dirección de mi estudio, permanezco impasible ante la mortecina pantalla. Esta noche, ni siquiera el sonido del teléfono me despierta de este letargo. Es verdad que siempre lanzo algún tipo de improperio ante las abundantes llamadas inoportunas, pero no es menos cierto que su afluencia me hace sentir uno de los seres más vehementemente requeridos de toda la tierra; algo que consigue asemejarme con el Presidente del Gobierno, el Dalai Lama, o hasta el mismísimo Bruce Springsteen, el boss, ¡ahí queda eso!


¿Qué me está ocurriendo? Yo no suelo portarme de una forma tan absurda. Si algo he aprendido en mi vida es a aprovechar al máximo el incierto tiempo de que dispongo. Bien, serán cosas de la edad. Probablemente haya llegado el momento de alelarme.


El repiqueteo telefónico, por inesperado, ha conseguido sacarme de mi absurda meditación. Sin embargo, la llamada que en el fondo de mi corazón anhelaba -y, aunque mi razón intentara ocultarla, ahí estaba, implacable, haciendo caso omiso a las constantes cortinas de humo que ésta lanzaba para anularla- no ha resultado la esperada. La equivocación que cada cierto tiempo invade nuestros hogares es la que acaba de llegar, a través del hilo telefónico, al santuario de mi intimidad. La voz que casi consigue despertarme de mi indolencia nocturna, preguntaba, con voz insinuante, si estaba Nerea, que Alberto quería hablar con ella. ¡Y yo qué sé si está o no la tal Nerea! ¿Acaso tengo voz de padre protector o de marido ultrajado? ¿Por qué las personas que desean establecer contacto telefónico con alguien determinado no ponen un mínimo de cuidado en marcar el número correcto? ¿Será un medio más a su alcance para ampliar el círculo de amistadas, o será mero descuido?


Decididamente hoy no es mi noche, y si por casualidad ella llamara, no estoy seguro de mostrarme lo suficientemente tolerante. ¡Quién sabe dónde se encontrará en estos momentos! Lo que no pienso tragarme es la excusa de su terrible cansancio, y que la cama reclamaba con insistencia su cuerpo. ¿No se tratará más bien del cuerpo de alguien más lozano que el mío?


Desde que la conozco no he hecho otra cosa que negarme al amor. Mis años de sucesivas experiencias, a veces realmente satisfactorias y otras no tanto, me han enseñado a tomarme las cosas con tranquilidad. Al fin y al cabo, vivir solo tiene sus ventajas, y no estoy del todo convencido de la conveniencia de cambiar nuevamente mis hábitos. Yo soy yo, y ella ya puede ir haciéndose a la idea de que no voy a transformarme por mucho que se empeñe en pedírmelo día tras día.


Pero ¿qué tonterías estoy diciendo? ¿Cuándo me lo ha pedido? Eso es lo extraño, que nunca, al menos hasta ahora, me lo ha sugerido siquiera. Y, pensándolo fríamente, está claro que eso no está dentro de las más elementales normas sociales: en el momento en que chico y chica se conocen, necesariamente se establecen las reglas que todos nos sabemos; cada uno de los elementos de la nueva sociedad intentará, utilizando los más diversos y sutiles medios a su alcance, modificar hábitos, gustos, y hasta opiniones del otro elemento. ¡Si sabré yo de eso!; al fin y al cabo, y aunque esté mal el decirlo, yo también he practicado ese deporte universal. Sin embargo, aquí estoy ahora, constatando el hecho de que semejantes reglas no parecen presentes en mi actual relación. ¿Será debido a que yo ya no soy tan chico, ni ella, por supuesto, tan lo otro?


Ni una sola vez, desde que de una extraña manera unimos nuestros deseos, ella me ha sugerido ni que trabaje menos, ni que tenga cuidado con el exceso de tabaco, ni siquiera, y eso es lo más extraño, que vivamos juntos. Por supuesto yo no aguantaría el continuo piar de sus amigos volátiles; que, por otra parte, no sé como puede permitírselo, teniendo en cuenta sus constantes desplazamientos; pero ella es así, tiene suerte hasta para eso y siempre encuentra a algún/a pringado/a que cuide de su tribu volátil cuando su inquieta cabeza de familia debe ausentarse. Tampoco ella está dispuesta a aguantar mis horas dedicadas a la música New Age, demasiado monótona, dice, para sus oídos. En fin, si no sabe disfrutar de la buena música, allá ella y su mal gusto.


No sé qué me ocurre hoy, pero hasta los sonidos más familiares me sacan de mis casillas. La campana del reloj me ha recordado que haría bien en dejarme de problemas y meterme en la cama de una vez. La campana del reloj, otra cosa que ella no aguantaría, ha conseguido sobresaltarme. Marta asegura que no necesita que nadie le recuerde el paso inexorable, dice ella, ¡será trágica!, del tiempo. No necesitará que nadie se lo recuerde, pero, sin embargo, ahí está el reloj digital que se ajusta a su muñeca, haciendo una obscena disección de los segundos más recónditos. ¡Y yo que creí que causaría su más desatado entusiasmo la posesión de un reloj de esfera perfecta, como Dios manda, que le regalé por no me acuerdo siquiera qué motivo! En fin, está visto que no deja de sorprenderme. Y yo a ella.


Mañana, cuando aparezca por mi oficina y el resto del equipo contemple las delatoras ojeras, habrá más de un comentario sarcástico, atribuyendo mi aspecto al producto de una noche de orgía y desenfreno. Pero si ellos supieran...


* Obra de Dalí

CONTINUARÁ...





11 comentarios:

Natalia dijo...

Encantador escrito, me ha transportado a meterme dentro de la historia, y ahora a saber el final ja!!!

Les mando muchos besitos y una hermosa semana!!!!

desdemismontañas dijo...

uuyyyy y si yo ya me se el final queee ji ji
...... la de amor y pasión que se ve venir uffff

Espero ansiosa leer el décimo.....

Besitos Hadiii, ahhh, no te los quedes todos para tiii, ahora tendrás que compartir...

Unknown dijo...

Esta claro que a veces la rutina.. las reglas.. y la falta de iniciativa.... nos puede..

.. pero afortundamente.. en el escrito se atisva... "el niño".. que todos llevamos dentro y "el adolescente"... que seguro que triunfa...y hace que la vida sea mucho mas interesante y sobre todo las noches.....

... esas noches.. que no tienen por que ser eternas.. en su peor sentido.

Muy bueno el escrito.. y me alegro de verte en otras facetas... que no sean sólo las del tarot... creo que puedes dar mucho mas de sí.. en todos los terrenos por tu sensibilidad.

Un abrazo

María Fernanda Buhigas Patiño dijo...

NATALY,

Muchas gracias por tu visita y tu apoyo. Te envío muchos besos


DESDEMISMONTAÑAS,

Que a lo mejor la historia no es la que tú crees, eh! Ya veremos. Gracias, amiga, por tu visita. Muchos besos

ESTRELLA ALTAIR,

Muchísimas gracias por tus palabras que me animan mucho. En cuanto a la historia, a lo mejor el camino es distinto al imaginado; ya me contarás a medida que vayas leyendo. Muchos besos y gracias

MRB dijo...

Mi querida amiga:

Tengo que felicitarte y muy sinceramente, por este nuevo espacio que has abierto. Me he leído de un tirón tu historia. Yo que he hecho relatos cortos, sé que no es un género fácil. Lo haces a la perfección: me ha gustado el tema, las cavilaciones, las incógnitas... deja al lector con ganas de más y más.

He dejado unos presentes en mi nuevo blog (la dirección está en el de siempre) para que te lleves algunos premios.

Un sincero abrazo.

María Fernanda Buhigas Patiño dijo...

SHANTY,

Me llena de felicidad lo que me dices, más viniendo de ti que eres toda una escritora. Gracias por ello y por esos regalos que me anuncias y que tengo que ver y poner en el blog. Besitos

Myriam dijo...

Felicidades! María Fer, enhorabuena! y que sea con mucho éxito aqui estaré siguiéndote!

Sólo que me voy a Suecia este sábado por dos semanas! Tenme paciencia!!!!
No podré estar tan a menudo por aquí.

Pero lo estaré a mi regreso.
Besotes

Recomenzar dijo...

Muy lindo tu comienzo si aun recuerdo el mio empecé tal cual hace 3 años brindo con besos y vino

María Fernanda Buhigas Patiño dijo...

MYR,

Gracias por tu visita y tus ánimos. Así que a Suecia, casi ná!!!! que diríamos por aquí. Que tengas un lindo viaje. Besitos

RECOMENZAR,

¡Qué alegria me das! Estaba pensando en visitarte a tu blog e invitarte a este porque imaginé que la cosas literaria te gustaría. Pero te adelantaste!!! Muchísimos besos

Perlita dijo...

Muy bien. Muy real y muy bien dicho. Pasa todos los días, estoy segura, porque tengo oídos, observo y no suelo equivocarme,a esas relaciones que se alargan, que se acomodan y que se difuminan tanto que no llegan a consolidarse...¡Sabe Dios cómo pueden terminar! Asi que...aquí me quedo esperando que nos digas lo que pasa...
Un fuerte abrazo.

Susana Peiró dijo...

Ajá! Un Él con manías de solitario y autosuficiente. Una Ella autosuficiente.

Un Él desconcertado con el comportamiento de Ella, tan poco "tradicional"...Jajajajajaá! ésto me gustaaaaa!!!!

Te sigo mi cielo!

Besitosssss