sábado, 20 de junio de 2009

UNO MÁS UNO - (Parte 2 de 10)

Marta



Esto me pasa a mí por trabajar con artistas esnob de la nueva ola. Por muchos años que llevo en la profesión no llego a acostumbrarme a los pulsos que debo echar con irrazonables directores de cine. Si debo responder del presupuesto económico de algo tan desproporcionado como el cine, no puedo caer en las redes que intentan tenderme aquellos que defienden el arte por encima de cualquier aspecto económico del que se trate. Estoy de acuerdo que el gasto monetario es necesario, y que si queremos que la película obtenga un mínimo de calidad, tal inversión debe hacerse; pero de ahí a lo que este hombre me propone media un abismo. O yo no sé lo que es el cine, o el público que se sienta en la sala, bien provisto de cocacolas y palomitas de maíz, es mucho más observador de lo que cabría esperar; pero, francamente, no creo que sus exigencias les lleven al punto de notar las diferencias visuales entre los numerosos tipos de champagne o cava que pueden consumirse en una fiesta de élite. El que logre distinguir tales variedades merece ser tenido muy, pero que muy en cuenta.

El director dice que los actores no se motivan de igual forma ante un Moët & Chandon que ante una sidra El Gaitero. Yo, para llevarle la contraria, que para algo he de ganarme el sueldo, le contesto con aquello de que si de verdad son buenos actores, y si él es tan buen director como se comenta, seguro que, entre todos, conseguirán darle toda la ceremonia que se precise. El caso es que la discusión ha sido demasiado larga para mis nervios en tensión. No es lo mismo que esto suceda el segundo día de rodaje, a que ocurra cuando ya llevamos más de medio camino recorrido. Y es que todo tiene un límite. Cada vez que el rodaje se desarrolla fuera de la localidad habitual, surgen todo tipo de problemas; y no son precisamente los burocráticos los que más me preocupan, sino los que el propio equipo hace surgir de manera implacable.

Unas de las primeras dificultades en aparecer son las relacionadas con el alojamiento en el hotel. Todo son inconvenientes. Que yo necesito ventana al exterior; que lo que yo quiero es ventana interior; que a mí no me gustan las ventanas en absoluto... Luego viene lo del baño o la ducha. Por supuesto, ni que decir tiene, que quienes plantean más exigencias son los que casi no tienen ni baño ni ducha en sus propios domicilios, pero en un hotel las cosas son diferentes, y si es producción la que paga, pues tanto mejor.

Por supuesto un rodaje no sería un rodaje si no hubiera alguna que otra relación sentimental; eso ya se sabe. Pero la cosa se complica cuando la pareja que era, pero que ya no es, se encuentra con algún elemento distorsionador que hace renacer antiguas pasiones. Y ahí estoy nuevamente yo; en los precisos momentos en que la sangre está a punto de llegar al río. Primero actúo discretamente, como esa amiga íntima con la que todos soñamos y que algunos alcanzan; o bien como una especie de madre o de amante comprensiva, según los casos. Cuando este camino no da resultado y las cosas se disparan, como en el caso que actualmente nos ocupa, tienen que actuar otro tipo de estamentos: en este caso la policía. ¡A quien se le diga que unos señores y señoras, hechos y derechos, hayan tenido que terminar en comisaría, sacando a relucir todo tipo de escándalos, por culpa de una mano que se salió de quicio, y de un puño que le respondió..! Y luego la prensa, que no sé cómo, pero se entera de todo; sus espías llegan incluso a un pueblo tan remoto como éste del Pirineo español. Bueno, Marta, tranquilidad. De sobra sabes cómo son estas cosas. Todo se olvida. Y si no, tanto mejor; dará publicidad, y eso a la productora siempre le conviene. ¡Cómo no!

La habitación que ocupo en el hotel no puede decirse que sea un remanso de paz para mí, pues mi natural desorganización no procura un clima sereno ni proporciona esa armonía de líneas tan buscada por los clásicos. Pero ¡qué se le va a hacer.! Cada vez que he intentado poner en orden mis papeles, lo único que he conseguido es volverme loca buscándolos cuando más los necesito. Y es que mi orden está fuera del convencional. Después de años de intentar adquirir unos hábitos organizativos que desplacen el continuo caos que rodea mi vida, me he dado cuenta de que la tarea es del todo inútil. Siempre tengo que invertir algo de tiempo quitando papeles, guiones o algún que otro libro, de encima de la cama. Una vez que lo hago, el colchón se amolda a mis vértebras y consigue producirme el placer del descanso. A veces pongo una música, a la vieja usanza del cine, que acompañe mis pensamientos y dé el tono adecuado a los sentimientos que éstos pueden provocar en mí; pero en muchas ocasiones opto por el silencio, dejando que mi mente discurra en total soledad por caminos insospechados. Hoy es uno de esos días, o mejor dicho, de esas noches.

Una vez resueltos los trámites de la comisaría, una vez transcurrido un tiempo prudencial para calmar los ánimos de los que se habían visto envueltos en el altercado con mejor o peor fortuna, he querido desligarme de todos mis compañeros de trabajo y recorrer el camino de mi imaginación. Al poco tiempo de estar tumbada en la cama, bajo el brillante reflejo de luna que se mete por la ventana que muy rara vez cierro, consigo evadirme de la realidad material y viajar por esa línea abierta de la propia imaginación. Hace muchos años, me hubiera gustado que la gente del espectáculo hubiera querido escuchar las ideas que, para futuras producciones, surgían en mi mente; pero para ideas ya estaban los guionistas y los directores; yo, a la producción. La verdad es que, pensándolo fríamente, quizá mi originalidad no fuera excesiva y, para no llegar a la altura de un Spielberg, ¿para qué arriesgarse? Poner los pies en la tierra al director, y ayudarle a despegar cuando es necesario, siempre han sido dos aspectos de mi trabajo que me han producido enormes satisfacciones; y con ello, mis veleidades como escritora han ido cediendo cada vez más; algo de lo que no me arrepiento. De cualquier modo, nunca he tirado definitivamente la toalla, y eso añade a mi vida una expectación que me produce una cierta y agradable emoción.

¿Cómo puede la pasión obcecar a la gente hasta el extremo de llegar a las manos? ¿Será realmente el sentimiento amoroso el que se halla en el fondo de una situación tan folletinesca? ¿No se tratará más bien de orgullos heridos, sentimientos de posesión, de un aquí estoy yo, no lo olvides? ¡Quién sabe! Lo que creo saber es que, a estas alturas de mi vida, no estoy dispuesta a dar un espectáculo por causa de una relación amorosa, o como quiera calificarse.

Amor, sexo, compañía, cariño... ¿Cuáles de estos elementos y en qué grado se encuentran en mi actual aventura? Ni siquiera me atrevo a calificarla de aventura. Tan solo sé que ahora sí, ahora me gustaría estar con Teo. Me gusta el tacto de su piel, la profundidad de su mirada, el torso limpio del que él tanto se avergüenza -si supiera lo atractivo que me resulta a mí-.

Teo es un buen hombre; nervioso, con una capacidad inmensa de trabajo, quizá un poquito egocéntrico, pero un buen hombre. Y, además, creo que le quiero. Claro que cabría preguntarse hasta qué punto. Desde que nos conocemos no hemos mantenido conversaciones excesivamente cariñosas; probablemente porque a ninguno de los dos nos gusta utilizar esos vocablos ridículos que empalagan la más seria relación. Ahora que lo pienso, ni una sola vez nos hemos dicho el consabido te quiero; ni siquiera la primera que cedimos a un impulso primitivo que nos arrastró encima de la colcha de mi cama. Al invitarle a subir a mi piso no hubo ningún tipo de premeditación; de hecho, no había ni un miserable condón en el botiquín de primeros auxilios. El hecho es que, sin ningún tipo de planteamientos, al menos por mi parte, nuestros cuerpos se ensamblaron de forma muy adecuada.

Nunca hemos vuelto a hablar de aquella primera noche. Ni siquiera nos dirigimos la palabra al día siguiente. De forma mecánica, cada uno siguió su vida y, transcurridas más de dos semanas, con total naturalidad, como si nada hubiera sucedido, decidimos encontrarnos en una fiesta. Y volvió a ocurrir, pero no en mi habitación, ni siquiera en la suya, sino en pleno campo. ¡A quien se le diga que a los cuarenta años nos revolcamos sobre la hierba! Hoy es el día que si alguien me preguntara qué tipo de vínculo mantenemos Teo y yo, no sabría qué contestarle.

* Obra de Picasso

CONTINUARÁ...



9 comentarios:

Sombras en el corazón dijo...

Te noto apasionada de las letras
:0) Pues a escribir, escribir y escribir. Es así como se esculpen los escritores.

Un besazo

La Gata Coqueta dijo...

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Pasa este osito a las personas qe quieres muchisimo y no quieres que cambien nunca. (espero recibir el osito).

Si recibes entre 2-4 ositos te quieren
Si recibes entre 4-8 ositos te quieren mucho
Si recibes entre 8-10 ositos te quieren muchiiiisimo

Espero que yo sea una de ellas!!

UN TEXTO MUY BELLO ES EMPEZAR Y SEGUIR SIN PENSAR EN SU FINAL.

UN ABARZO

MUAKKKKKKKKKKKK
MUAKKKKKKKKKKKKKKKKKK

LOLA dijo...

UNO MÁS UNO SIEMPRE DEBERÍA DAR UNO...EN UNA RELACIÓN---COMO LA TUYA.....PARA PODER DISFRUTARLA.
EL PROBLEMA ES CUANDO EL RESULATDO ES DOS.

LOLA CIENFUEGOS

María Fernanda Buhigas Patiño dijo...

SOMBRAS EN EL CORAZÓN,

Siempre me gustó escribir y dejar que la historia fluya por sí misma. Creo que compartimos afición, verdad? Muchos besos

GATA COQUETA,

Qué bonito osito.... Graaaaaciassss!!!! Y muchos besos


LOLA,

Muchas gracias por tu visita y me ha encantado cómo has captado mi sentir... Fíjate que pensé titularlo: "Uno más uno = a ¿uno? Pero me pareció demasiado complicado. Tú lo resumes a la perfección pues ésa es la moraleja de la historia. Un fuerte abrazo y gracias

Patricia dijo...

El amor es complicado y tan sensillo a la vez :( quizas es esa la causa que hace que muchos Teos y Martas crean que siguen con su vida pero en realidad una vez alli ya son parte intensa de sus rumbos...
por cierto lo de la hierva debe ser maravilloso, (a cualquier edad je je)
Ahora descubro que tienes un gran dote para la narracion! :) felicidades sigue adelante!!
besotes,

Anónimo dijo...

Muy interesante, espero la continuación…
Un gusto leerte.

Perlita dijo...

Ji, ji...La cama esa en la que van a acoplarse las vértebras, debe ser la de mi hija menor...¡siempre con enredos!.
Me voy imprimiendo los capítulos porque de tiempo ahora para leer...nada de nada. Me encanta tu estilo y a ver si esa protagonista pone por fín orden a su vida...
Besos...grandes.

María Fernanda Buhigas Patiño dijo...

PATRICIA,

Es que para el amor no hay edad, eso es una gran y maravillosa verdad! Gracias por tu visita y tus halagadoras palabras... gracias, amiga linda, es un honor tu visita! Besitos

SALVADOR,

Muchísimas gracias por tu visita y por dejarme este comentario. Ya mismo paso a verte. Un fuerte abrazo

PERLITA,

¡¡¡Serás picaruela!!! Mira en lo que se fija; como Patricia en la hierba... ¡¡¡esas son mis chicas!!! Gracias por tu interés y aprecio. Muchos besos, te escribo prontito

MRB dijo...

Increíble, tienes un don privilegiado. Utilízalo al máximo porque está hecho para tí. Haces maravillosos relatos. Te felicito de corazón.

Muchos abrazos querida amiga.