lunes, 27 de diciembre de 2010

Inteligencia, Desarrollo y Aprendizaje - 2

Por lo que respecta a la capacidad de recordar, los llamados niños salvajes también la tienen; lo que ocurre es que no cuentan con un instrumento como el lenguaje que les permita contarnos sus remembranzas. Tanto Genie como Memmie Le Blanc o Kaspar Hauser, por citar sólo a algunos, pudieron relatar acontecimientos de su pasado, una vez que supieron cómo hacerlo. Y Jean Marc Itard también habla de la alegría que mostraba Víctor cuando se le llevaba al campo; ¿no es eso suficiente prueba de que guardaba recuerdos sobre su vida anterior?

Pero Itard va más allá en sus conclusiones y nos dice que “en algunas ocasiones Víctor se ceñía a una actividad que sugería más bien la expresión sosegada del recuerdo y de la melancolía. Osada conjetura, harto opuesta, sin duda, a la opinión corriente de los metafísicos, pero a la que ningún atento observador habría podido sustraerse en determinadas circunstancias” (1).
Bonnaterre sigue diciendo sobre Víctor que su “estado de imbecilidad se manifiesta en sus miradas, que no las fija en ningún objeto; en los sonidos de su voz, que son discordantes, inarticulados, y los emite día y noche; en su marcha, pues va siempre al trote o al galope; en sus acciones que no tienen objetivos y carecen de determinación” (2). Sin embargo a mí me parece que Bonnaterre confunde lo que es una deficiencia mental con una falta de instrucción. ¿Cómo podía utilizar la vista, el oído, la voz o la forma de caminar de la manera que lo hacemos nosotros si nunca lo había visto antes de manera natural? Me pregunto si algún ser extraterrestre que registrara nuestros brincos en una discoteca no se cuestionaría sobre una posible anomalía mental de los terrícolas.

Gérando, en el año 1848, diferenciaba entre los deficientes físicos cuya causa es orgánica y aquellos otros de tipo “moral” (psicológico diríamos hoy) cuyo origen se encuentra en aspectos sociales como por ejemplo el estado de aislamiento al que son sometidos determinados individuos. Dice Gérando que con Víctor se hicieron “uso de todas las observaciones que demuestran la influencia de la sociedad sobre el desarrollo de las facultades humanas y los razonamientos que prueban la estrecha relación de nuestras ideas con nuestras necesidades” (3).

Así, teniendo en cuenta esta importancia otorgada a la sociedad, se dejó para más adelante un juicio sobre sus capacidades mentales en tanto no se hubieran utilizado con él medidas educativas especiales. Todo eso estaría muy bien si no fuera que, desgraciadamente, una vez aplicadas esas medidas se siguió concluyendo lo mismo, que el muchacho no era normal.

El problema sin embargo seguía sin aclararse porque ¿se habían utilizado las medidas más adecuadas? ¿Quién puede estar seguro de ello? En este sentido Itard se muestra mucho más humilde que muchos de sus colegas de entonces y de ahora; admite que los fallos se debieron más al maestro que al alumno por no conseguir dar con el método más adecuado. Y eso es algo muy lógico también; se trata de una situación totalmente desconocida para nosotros, y por tanto, aunque se pongan las mejores de las intenciones, uno nunca puede estar seguro de estar empleando los mejores métodos ya que resulta imposible sustraerse a las propias técnicas de aprendizaje y situarse en un contexto completamente distinto.

Para desarrollar la inteligencia de Víctor, Itard tuvo muy en cuenta métodos relacionados directamente con las ideas de Condillac y de Locke; es decir, pretendió el desarrollo de sus sentidos ya que estos autores consideraban que es por ellos por donde penetra el conocimiento. Según cuenta Gérando, había que conseguir fijar la atención del niño y para ello la única forma era “interesarle en sus necesidades”. Creo que Gérando vio muy acertadamente que la falta de atención de Víctor tenía que ver más que con su supuesta falta de inteligencia con una ausencia de interés por las cosas que a nosotros sí parece provocarlo pero que le resultaban totalmente ajenas a él.

Vemos, por tanto, que considerar que estos niños carecen de inteligencia resulta una conclusión altamente exagerada. Indudablemente de lo que carecen es de un sistema de comunicación que nos permita valorarla. Otra cosa es que esa inteligencia no tenga que ser desarrollada; al fin y al cabo ésa es la tarea de todos los seres humanos a lo largo de su vida. Lo que desconocemos es qué niveles de desarrollo es capaz de alcanzar el ser humano. En esto también resultan muy ciertas las palabras de Itard con respecto a Víctor. Dice en su memoria de 1806: “para juzgarlo debidamente no se lo puede comparar sino consigo mismo”.

A partir de su ingreso en la sociedad, estos niños tendrán que aprender nuevos usos de los que hasta entonces venían haciendo. Virey prevé para Víctor un camino largo y difícil cuando escribe: “¡Cuántas lágrimas vas a verter! El camino de tu educación estará regado por tus llantos” (4).

De sobra conocemos todos las dificultades que entraña cualquier aprendizaje que comencemos; con buena lógica podemos pensar que esa dificultad no puede negarse a quienes han sido apartados de nuestras estructuras sociales y regresado a ellas por unos u otros motivos.

La gran pregunta ahora era la siguiente: ¿pueden aprender algo estos niños?; ¿habrán perdido por completo sus facultades para enfrentarse a nuevas enseñanzas? Si cualquier órgano pierde elasticidad ante la falta de uso, es de suponer que también la facultad para aprender puede sufrir una cierta oxidación o anquilosamiento, pero esa situación no tiene que ser permanente sino que puede realizarse un entrenamiento que permita alcanzar el desarrollo.

Por otra parte, como cualquiera de nosotros, estos niños nunca dejaron de aprender, incluso durante el tiempo que duró su aislamiento; lo que ocurría es que su aprendizaje estaba ligado al tipo de vida que llevaban y no al nuestro. No todo estaba perdido con estos niños sino que podían alcanzar un desarrollo tanto físico como intelectual, cosa que demostraron con sus logros que, por desgracia, no consiguieron satisfacer a quienes habían puesto en estos “experimentos” muy altas expectativas.

Notas:
  • (1) Los textos de Itard están entresacados tanto del libro editado por Alianza Editorial con comentarios de Sánchez Ferlosio, como del de Harlan Lane de la misma editorial.
  • (2) Lane, Harlan: El niño salvaje del Aveyron, Alianza Editorial, Madrid, 1984.
  • (3) Ibid.
  • (4) Lane, Harlan: El niño salvaje del Aveyron, Alianza Editorial, Madrid, 1984.

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